Hipotecados hasta que la muerte nos separe

Las crisis económicas ponen en evidencia muchas carencias del ser humano. Y una de ellas tiene que ver con el amor y el dinero.

Siempre he pensado que no hay que mezclar el afecto con la economía. No digo que deban ser compartimentos estancos ni mucho menos, ya que la vida es un cúmulo de situaciones y experiencias que, para ser rica, deben combinarse de forma armoniosa. Pero combinarse de forma armoniosa un préstamo hipotecario y una relación amorosa es un ejercicio de funambulismo.

Muchas parejas recientes decidieron emanciparse de sus respectivas familias adquiriendo una vivienda, solicitando el dinero al banco. El alquiler no era una opción a analizar, ya que «es tirar el dinero«, pensaban muchos.

Sin embargo el alquiler, de entre todas las ventajas que pueda tener, permite dejar de convivir con la pareja, en caso de ruptura, sin apenas consecuencias económicas. En cambio, la separación o divorcio de una pareja hipotecada conlleva múltiples y graves perjuicios económicos si no hay acuerdo en determinados temas.

Sin crisis económica por en medio ya era un problema tener una vivienda hipotecada en propiedad con una ex-pareja. Con la sequía de financiación hipotecaria y el paro en máximos, vender una casa hoy en día es casi un milagro (especialmente si se quiere vender sin perder dinero).

De los numerosos temas en los que tienen que ponerse de acuerdo si no se puede vender la casa, uno tiene que ver con quien se queda a vivir en el hogar roto.

Fiscalmente si uno deja de vivir en la casa hipotecada ésta deja de ser la vivienda habitual a efectos de Hacienda y no procede seguir deduciéndose las mensualidades en el IRPF, salvo en los casos de que los hijos vivan en ella con uno de los progenitores y el que se va siga pagando las cuotas.

Si se quiere uno separar de la hipoteca, tendrá que pactar una extinción de condominio, mediante el cual se «vende» la mitad indivisa a la otra parte. Con la firma de la escritura de extinción de condominio la propiedad pasa a ser de la pareja al 100%.

Pero mucho cuidado de firmar una extinción de condominio sin la intervención del banco que tiene la hipoteca. Firmar la extinción del condominio trasmite la propiedad de la casa, pero si quien se queda la casa no obtiene una nueva hipoteca a su nombre, el préstamo hipotecario original sigue vigente.

Eso quiere decir que habríamos dejado de ser propietarios, pero la deuda hipotecaria seguiría siendo nuestra. Sin propiedad y con deuda, mal negocio. Y si nuestros padres han avalado, seguirá la Espada de Damocles de la deuda también pendiendo de sus cabezas.

Por tanto, si no queremos seguir hipotecados casi de por vida, sin casa y sin pareja, no olvidemos nunca firmar una dación de condominio al mismo tiempo que dejamos de ser titulares del préstamo hipotecario. O lo lamentaremos con toda seguridad.

Publicidad