Hoy vamos a jugar a hacer de abogado del diablo en un tema tan delicado como los embargos y desahucios en el caso de las hipotecas. ¿Realmente está justificado el intentar frenar todos los embargos? ¿Son los bancos los únicos culpables del deshaucio de una familia? ¿No tienen los hipotecados buena parte de responsabilidad por su situación económica?
Toda crisis económica arroja historias tristes y de desesperación para quienes se quedan en paro y no pueden hacer frente a sus gastos y la que ahora vivimos no es ninguna excepción. Según los datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) el número de desahucios registrados entre enero y marzo de 2011 aumentó un 36,3% al tiempo que los concursos presentados se incrementaron un 10,9%. Por su parte, los asuntos relativos a ejecuciones hipotecarias y a procesos monitorios experimentaron una caída respecto a los tres primeros meses del año anterior, situándose en 21.787 y en 229.334, respectivamente. En concreto, las ejecuciones hipotecarias cayeron en un 21,1% en este periodo, debido en parte a que los primeros meses de 2009 fueron unos de los más duros desde el estallido de la crisis.
En cualquier caso lo que estos datos deben servir es para poner en contexto una serie de hechos que ahora parecen novedosos pero que en realidad llevan toda la vida produciéndose. Los embargos y desahucios forman parte natural del entramado jurídico y financiero del país y llevado al extremo son sólo el reflejo de lo que ocurre cuando una persona no es capaz de hacer frente a sus deudas (en este caso hipotecarias). Sin embargo, su aumento en número con la crisis, unido a la viralidad de la red y los nuevos medios de comunicación, los han colocado en la primera plana de la actualidad. Así, hemos podido ver varios casos reales de familias que se han visto en la calle porque el banco ha decidido ejecutar la hipoteca.
Al amparo de estas familias y potenciadas por el movimiento 15-M han ido apareciendo diferentes plataformas como Stop Desahucios o la propia Democracia Real Ya que se hace eco y amplifica las acciones que estas llevan a cabo. Gracias estos movimientos se ha logrado frenar ya decenas de desahucios en diferentes localidades de todo el país para tranquilidad de los hipotecas. Sin embargo, también resulta justo plantearse ¿Hasta qué punto es ético frenar un desahucio? ¿Realmente es lo correcto?
Evidentemente, existen argumentos a favor y en contra y no voy a ser yo quien defienda la integridad moral de la banca o su papel en la actual crisis. De hecho, si hay algo que parece fuera de toda duda es que bancos y cajas de ahorro se aprovecharon del sistema en las épocas de vacas gordas previendo que en el peor de los casos disfrutarían de un salvavidas gubernamental. Pero resultaría negligente culpar únicamente a los bancos de los desahucios y ejecuciones hipotecarias sin siquiera pensar en que en el negocio de las hipotecas hay dos partes: una que presta (el banco) y otra que acepta (el hipotecado). Y es en este punto en que debemos centrarnos.
Cuando una persona firma una hipoteca deber de ser consciente de lo que hace y sobre consecuente. Estamos ante el mayor contrato en términos económicos que el común de los mortales firmará en toda su vida y sin embargo muy poca gente se lee el contrato hipotecario y todavía menos lo entiende (ahí entraría el papel del notario como persona que debe asegurarse que ambas partes comprenden los términos de la hipoteca). Siendo esto imperdonable, no es ni mucho menos el error más grave de los hipotecados. Este honor se lo lleva la falta de planificación financiera. No está bien generalizar, pero en muchos casos estamos hablando de personas que se han endeudado por encima o muy al límite de su capacidad de pago y que en cuanto un mínimo engranaje de su economía ha titubeado se han visto en problemas. Y es que los desahucios no se producen por discrepancias con el banco a respecto a una factura o una cláusula (otro tema que daría para escribir hojas y hojas) sino porque se ha dejado de pagar la letra de la hipoteca. Es decir, se están incumpliendo las obligaciones adquiridas a la firma del contrato (otra cosa bien distinta es que las condiciones sean abusivas, aunque para eso también estaba la posibilidad de no haber firmado, por ejemplo).
Al final, se trata de ser consecuentes con nuestros actos, también en materia económica. Lo que no podemos esperar es que el banco (una empresa privada, recordemos de nuevo, y mucho menos nuestro amigo) vaya a velar por nuestros intereses al concedernos una hipoteca, ofrecernos una cuenta o simplemente asesorarnos en nuestras inversiones. Eso debe ser tarea nuestra, de cada uno de nosotros. Por eso mismo, en términos generales (aquí, cada caso es un mundo) cuando se trata de demonizar a los bancos en los procesos de desahucio, antes hay que pensar que se llega a esta situación porque la otra parte (el hipotecado) ha dejado de pagar. ¿Y si fuese al revés? ¿Y si fuese a nosotros a quienes nos deben dinero? ¿No haríamos todo lo posible por cobrarlo?