La semana pasada todos nos congratulábamos ante la noticia de que el Banco Santander lanzaba al mercado, o mejor dicho al mercado de sus propios clientes, unas condiciones inmejorables para los titulares de las hipotecas comercializadas por el banco.
Recordemos que se trataba de un máximo de tres años de carencia para todas aquellas familias en las que algún miembro se hubiera quedado en paro o bien los autónomos que pudieran justificar una pérdida de ingresos del 25%.
Una medida que, en un principio, parecía totalmente positiva, pero que también tiene sus puntos negros, sus desventajas. No hay que olvidar que un período de carencia es aquel en el que el titular hipotecario deja de amortizar capital y se dedica a pagar sólo intereses.
Pero ese capital debe de ser amortizado en algún momento, y ese momento llega más adelante, cuando las condiciones, entonces, del préstamo se endurecerán para poder pagar todo el capital que no se pagó durante los tres años de carencia.
Es, por tanto, pan para hoy y hambre para mañana, dejar de pagar hoy para pagar mañana, una solución que puede ser viable para determinadas circunstancias familiares, pero que, por otro lado, puede resultar contraproducente para otras si no se gestiona de manera adecuada en el futuro.
Algunas asociaciones de hipotecados han recibido con alegría la propuesta del Banco Santander, pero solicitando a la entidad que vaya más allá, que ofrezca una verdadera moratoria sin intereses.
Me parece un artículo gratuito. Pues claro que llegará un día, un año, en el que los clientes del Santander tengan que amortizar capital. Lo contrario sería absurdo por parte del banco.
Y además comentan ustedes que hay quien está pidiendo al banco que vaya más allá. Da una impresión de pedigüeños que echa para atrás. Pues nada, si quieren lo que se puede hacer es que el Santander meta en un colegio privado a los hijos de los parados y además darle una paga a la abuela por el estrés de cuidad de sus nietos. Aquí lo que hubo durante mucho tiempo fue imprevisión en la economía familiar. Y ahora que un banco echa una mano, también se critica y se busca el «lado oscuro». Venga ya hombre, venga ya.