Cualquier persona ligeramente informada sobre el funcionamiento del mundo financiero y al tanto de las nuevas oportunidades de inversión seguro que fue tentada por las cédulas hipotecarias, un producto que parecía inmejorable al garantizar una gran rentabilidad además de ofrecer un alto grado de seguridad en cuanto a la recuperación de la inversión.
Pero eso fue antes de que estallara la burbuja, detrás de lo cuál estuvieron precisamente las cédulas hipotecarias que fueron las responsables directas de que lo que comenzara con una crisis en Estados Unidos acabara por extenderse a todo el mundo desarrollado.
Recordemos que las cédulas hipotecarias son valores de renta fija que tienen como cobertura o garantía los préstamos hipotecarios que sostiene la entidad financiera que emite la cédula hipotecaria. Por tanto, si las hipotecas que garantizan la cédula son buenas, la rentabilidad es adecuada, pero si son malas, la situación puede ser insostenible, como así sucedió.
Y es que las cédulas hipotecarias comercializadas por las entidades financieras de Estados Unidos, o al menos por algunas, estaban garantizadas con hipotecas subprime, es decir, hipotecas concedidas con un riesgo elevado y con muy pocas posibilidades de ser devueltas a su debido tiempo y con su debida ganancia para el banco o caja.
Por tanto, en cuanto surgieron los primeros problemas de falta de devolución, las cédulas hipotecarias dejaron de tener ningún valor y el precio en el mercado se desplomó hasta el punto de que ya nadie quería saber nada de ellas.
Ello, extendido hasta hoy, ha provocado que los inversores que apostaron por las cédulas hipotecarias por su atractiva rentabilidad, ahora se encuentren en la coyuntura de no poder disponer de la liquidez que perdieron en favor de estas cédulas, ya que no hay ningún comprador que se atreva a adquirir un producto en caída libre como son las cédulas hipotecarias.
Y es que hay que tener en cuenta que estamos en un momento en el que muchas hipotecas están por encima del valor del inmueble que financian (lo que se ha venido a llamar hipotecas underwater), con lo que el valor real de estos préstamos hipotecarios es prácticamente nulo, así que nadie está dispuesto a adquirirlos.
Así, se está provocando un embudo de liquidez que causa el retraso en la recuperación económica, porque el dinero que podía estar en circulación en la economía, generando consumo e inversión, está paralizado en productos que salvo sorpresa mayúscula en los próximos años, poco o nada va a mejorar.
Y es que no podemos olvidar que la crisis hipotecaria e inmobiliaria va más allá de una mera situación coyuntural, sino que causará una modificación general de la situación con la que nos encontraremos en el futuro más cercano.