Es un debate interesante y no tan sencillo; a primera vista puede parecer que una hipoteca a largo plazo reduce el importe de las cuotas y por tanto beneficia al comprador, sin embargo, si tenemos en cuenta el crecimiento de los intereses por año añadido la cosa puede resultar tan evidente.
En cualquier caso tenemos el ejemplo de los últimos años en nuestro país, del boom de las hipotecas a muy largo plazo y el resultado que esto generó. Repasaremos todo ello para determinar realmente a quién beneficia una hipoteca larga.
Si partimos del análisis de la evolución de las hipotecas de los últimos 10 años, las conclusiones no son realmente muy positivas a favor de las hipotecas de larga duración. Los motivos fundamentales son dos; por un lado el más evidente, que hace relación al crecimiento del precio final de la hipoteca al añadir años de interés al producto, un crecimiento que no llega a compensar en la mayoría de los casos el posible ahorro anual sobre cuotas que pudiera presentar durante la contratación. El segundo motivo por el que no extraemos conclusiones muy positivas a favor de las hipotecas largas, es que al contemplar los últimos 10 años, incluyendo algunos años previos al estallido de la crisis, podemos ver que, como era de esperar, el comportamiento de las hipotecas basadas en intereses variables que puede moverse de tal manera a lo largo de los años que la perspectiva del producto resulte totalmente distinta a cuando se contrató.
Lo anterior se puede interpretar como se desea ciertamente, pero, la interpretación más acertada desde el punto de vista del usuario es que si alargar la vida de un producto lo hace más caro y además aumenta el riesgo de que los movimientos del mercado lo disparen, como ocurrió tras el estallido de la crisis, ya no parece nada acertado haber elegido una hipoteca de larga duración.
A todo esto y como elemento complementario añada que es posible que mantener más años préstamo hipotecario suponga añadir costes extra, por ejemplo si tiene contratado un seguro de protección de pago y lo mantiene durante toda la vida del producto.
En el otro vertice
La única justificación posible para la contratación de los plazos más largos cuando éstos existían (hoy raro será encontrar una hipoteca ya de hasta 40 años de amortización, los plazos máximos generalmente se concentran en 30 años) reside en el hecho de reducir las cuotas mensuales del producto. Esta sería realmente la única justificación, ya que, no se trata de un producto que mantenga el coste de manera independiente al plazo, es decir a mayor coste mayor plazo.
Si el usuario es capaz de encontrar el equilibrio entre lo que ahorra anualmente gracias a una hipoteca larga y lo que le cuesta extra mantener esa hipoteca, tal vez pueda ser viable a largo plazo, tal vez, o incluso tal vez sea obligatorio para el usuario, pero desde luego no beneficios.
Es todo mucho más sencillo. Si quiero poner la hipoteca a 30 años el banco no me la da porque las cuotas son una parte demasiado importante de mi sueldo. Si la pido a 40 años ese problema desaparece.
La razón para pedirla a 40 es porque no puedes en menos tiempo. Así de sencillo. No hay que acudir a valoraciones sobre euribors, que si porcentajes, que si amortizaciones de patatín, que si teoría macroeconómica, que si teoría microeconómica, que si recálculos de las base de la junta de la trócola… «o firmas a 40 años o no hay piso». Si tu fin es comprar el piso, la firma a 40 años es tu salvación, es lo mejor que puedes hacer, es lo más viable, ventajoso, razonable, bueno, agradable, genial y estupendo que puedes hacer.